miércoles, 2 de marzo de 2011

BASILEA III

Antes de nada, tenemos que saber qué es eso de “Basilea III”. Pues bien, Basilea III es un acuerdo histórico entre los bancos centrales y los supervisores para controlar y reforzar la liquidez y solvencia de las entidades de crédito. Lo que se pretende mediante este acuerdo es evitar las crisis financieras como la que estamos viviendo o, en caso de producirse, evitar que sean los ciudadanos o bancos centrales de los países quienes asuman las pérdidas, haciendo responsables a las propias entidades implicadas.


Los predecesores históricos de Basilea III, son, como no podía ser de otra manera, Basilea I (aprobado en Diciembre de 1974) y Basilea II (aprobado en el año 2004). Las novedades que introduce Basilea III con respecto a sus antecesores son, básicamente, las relativas a los requisitos de capital que deben cumplir los bancos. Se han endurecido los criterio actuales, pasando a exigir un 2% en las reservas de créditos concedidos e inversiones a exigir un 7% de dichas reservas a partir del año 2019. A pesar de la lejanía de la fecha límite, muchas entidades ya están trabajando para adaptarse a esta nueva legislación dado que este cambio supone un esfuerzo extra de financiación muy costoso y necesitan acudir al mercado para solventar sus problemas de liquidez. Según los expertos, el mayor problema en torno a esta medida será para las cajas, no suponiendo a penas esfuerzo para los grandes bancos.



En cuanto a los efectos de estas medidas sobre los ciudadanos, son mas de los que parecen a simple vista, ya que para adaptarse a la nueva situación, las entidades de crédito van a tener que cambiar su modelo de negocio, de tal forma que cobrarán más por el dinero que presten así como por sus tradicionales servicios, y retribuirán menos por los depósitos. En cuanto a los efectos sobre los accionistas, es previsible que éstos se encuentren con ampliaciones de capital así como recortes en los dividendos, lo que puede hacer caer sus cotizaciones.

Una vez plasmadas las ideas teóricas, pasemos a analizar sus efectos prácticos: ¿Qué mejora esta nueva norma de regulación financiera?, pues según algunos expertos, nada. Actualmente la mayoría de entidades financieras mantienen un ratio entre el 6% y el 9%, por lo tanto, que los bancos tengan como obligatorio un capital que actualmente mantienen como norma de gestión, es una cuestión prácticamente absurda.

Además, la aplicación de esta nueva normativa, puede hacer que se reduzca el PIB (Producto Interior Bruto) entre un 0,05% y un 0,15%, cifra que, aunque no parezca elevada, si puede tener efectos en nuestro país, donde el pasado año nuestro PIB cayó un 0,2%. Según un informe de la OCDE, “El Impacto Macroeconómico de Basilea III”, el incremento de capital para los bancos, hará crecer los tipos de interés alrededor de 15 puntos básicos, lo que también puede provocar un descenso en los créditos concedidos. El efecto conjunto de todas estas consecuencias puede repercutir en el crecimiento de los países.





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En general, Basilea III es una regulación mucho más prudencial y conservadora que Basilea II. Sus exigencias de capital y de liquidez, si bien demasiado laxas en un sistema financiero con una facilidad casi insuperable para crear crédito, son mucho más robustas y probablemente sirvan para que las quiebras y suspensiones de pagos bancarias tengan una menor incidencia en el futuro. Y sin embargo la calificación que le podemos dar sólo puede ser negativa. Por un motivo muy simple: no busca acabar con los ciclos económicos, sino sólo asegurar la supervivencia de los bancos. En la crisis actual parece haber existido una relación directa entre las quiebras bancarias y la gravedad de la recesión. Empero, convendría no olvidar que en última instancia los bancos que han quebrado han sido pocos –gracias a los rescates públicos–, pero la crisis ha seguido siendo enormemente grave por las distorsiones existentes en la economía real.

Lo que nuestros reguladores deberían entender y no entienden es que resulta perfectamente posible que haya ciclos económicos sin quiebras bancarias generalizadas (es lo que ha sucedido en todas las crisis desde la Gran Depresión). La causa de las crisis es siempre una expansión crediticia previa de carácter insostenible, una expansión crediticia que desarrollan los bancos y que distorsiona toda la estructura productiva. Que esa crisis –entendida como un periodo de purga de las malas inversiones- termine afectando a la solvencia de los bancos es una cuestión accesoria que podrá darse o no. Pero lo que es inopinable es que, si los bancos descalzan masivamente plazos, tarde o temprano –según cuál sea la actitud del banco central de turno– habrá nuevas crisis.

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